Alemu hace una buena decisión
MUCHAS gracias, señor, pero no puedo beber alcohol -respondió Alemu Baisa al ofrecimiento de su amo.
Este era un alto funcionario del gobierno etíope y ejercía mucha influencia, de manera que el joven sirviente experimentó cierto temor cuando el caballero repitió su ofrecimiento en otra ocasión y extendiéndole una copa de licor, le dijo:
- Mira, Alemu, yo tomo y no me hace daño. Pruébalo siquiera.
El joven volvió a inclinarse cortésmente, al tiempo que hacía un ademán de rechazo y rogaba:
- Por favor, señor, no me pida que beba alcohol. En la misión me han enseñado que es cosa mala y que no agrada al Señor Jesús. Por favor, no me pida que tome.
El funcionario se recostó en su silla y mirando al muchacho procuró con vencerlo así:
- Alemu, hace mucho que trabajas para mí. Te has portado bien y me gusta tu trabajo. Si te quedas aquí conmigo, aprenderás mucho y con el tiempo podrás obtener buenos puestos y ganar un salario elevado.
Esto erá halagador. El funcionario no parecía enojado porque su sirviente se había negado a beber. Más bien, le estaba proponiendo un magnífico plan para su vida.
- Pero -contínuó diciendo el caballero-, hay algo que tú debes hacer, Alemu. Debes abandonar esa misión y hacerte bautizar de nuevo en la iglesia copta, que es la de tu país.
El joven volvió a sentir temor, pero explicó que no podía obrar así.
- Debes hacerlo -replicó el hombre-. En la misión, no podrías obtener buenos puestos. Mañana vendrá el sacerdote para hablar contigo.
Pero Alemu no quería ver al sacerdote. Recordaba la misión y lo que había aprendido en ella: un mejor sistema de vida, basado en el amor del Señor Jesús y en la esperanza de verle un día. Hizo su decisión. Antes que negar a su Dios o vivir entre comodidades, pero sometido a la tentación, se iría. Esa noche empacó sus cosas y salió sin que nadie lo notase.
A la mañana siguiente, se descubrió su ausencia, y el funcionario, enojado, llamó al jefe de policía, le dió la descripción de su sirviente y le pidió que lo encontrara.
No tardaron mucho en apresarlo, traerlo a la ciudad y meterlo en la cárcel. El funcionario sabía que ya no podría tener al muchacho por mucho tiempo en la casa y ordenó que lo internaran en la Academia de Policía, para que fuera instruido para esa carrera. Esta era otra oportunidad que muchos hubiesen deseado tener. Pero Alemu había tomado una firme resolución, y al comprenderlo la policía, le dejó ir.
Una vez libre, Alemu se fué para su casa. Poco después vino a nosotros a la Misión de Gimbie y nos contó la historia que Vds. acaban de leer. Su deseo es estudiar y aprender más de la Biblia y ser obrero de Dios.
En el gran país de Etiopía, hay muchos joyas brillantes como Alemu. No se encuentran muy fácilmente pero sabemos que cada una vale bien los esfuerzos que se hagan para encontrarla.